“ Pero Dios es tan rico en misericordia y nos amó tanto que, a pesar de que estábamos muertos por causa de nuestros pecados, nos dio vida cuando levantó a Cristo de los muertos. (¡Es solo por la gracia de Dios que ustedes han sido salvados!)” Efesios 2: 4 – 5
Antes de Cristo, nuestro diagnósitco era letal: estábamos muertos en nuestros pecados. Esto quiere decir que la muerte no solo es la consecuencia del pecado, sino que la muerte existe conjuntamente con el pecado. Quien está en pecado, está muerto.
El pecado se manifiesta en que no podemos hacer lo que es bueno, ni siquiera podemos hacer lo que queremos. El pecado hace que sigamos ciegamente la voluntad de nuestras pasiones y nuestra naturaleza pecaminosa. Quien está en pecado no tiene facultad de decisión; lo que su naturaleza pecaminosa desea, eso hace. Pero el pecado, no solo nos ciega y trae muerte, sino que nos hacía objeto del enojo de Dios.
Pero Dios mostró su amor y misericordia para con nosotros. A pesar que estábamos muertos en nuestros pecados, Él:
- Nos dio vida juntamente con Cristo. Cuando estamos en Cristo, Dios nos da vida. Dios nos sacó de la condición de muerte que está impregnada al pecado. De la misma manera en que Dios hizo resucitar a Jesús de la muerte, nos resucitó a nosotros. La resurrección de Cristo, entonces, es una imagen para todos los que creemos. Estábamos en el sepulcro, pero Dios nos dio vida y nos levantó de ese lugar. (v. 4 – 5)
- Nos hizo sentar con Cristo en lugares celestiales. Todos aquellos que creemos en Cristo sabemos que este mundo no es el final. Estamos de paso por este mundo. Aunque nuestra condición terrenal es que estamos en este mundo, Dios nos dice que pertenecemos al cielo, de hecho, ¡ya estamos allí en Cristo! (v. 6)
Dios hizo todo esto con un objetivo: Para mostrarnos como un ejemplo de lo rica que es su gracia y su bondad (v. 7). Dios nos ha salvado para mostrarle al mundo la naturaleza de su gracia. La gracia de Dios no depende de nuestros méritos – recuerda que estábamos muertos en nuestros pecados – sino que nace y depende de la bondad y el amor de Dios en Jesús para con nosotros. Dios quiere mostrar su gracia y su bondad en tu vida de esta manera:
- Eres salvo por medio de la fe en Cristo. No hay nada que tú y yo podamos hacer para merecer la salvación. Dios nos regaló la fe y, al creer en Jesús, nuestra condición es que somos salvos. Nuestras obras no pueden comprar nuestra salvación. Lo buen hijo que seas, o lo buen padre que seas, o lo buen estudiante que seas, nada tiene suficiente mérito para sacarnos de nuestra condición de pecado. Dios nos ha dado el regalo de ser salvos por medio de creer en Cristo, y eso es todo lo que necesitas. El mérito de nuestra salvación recae sólo en Dios. (v. 8 – 9)
- Dios tiene buenos planes para ti. Dios nos creó en Jesús, y antes que nosotros existiésemos, Él ya había preparado buenas obras, un buen propósito para ti y para mi, ahora solo debemos caminar en este buen propósito.
- Dios te ha hecho su amigo, por medio de la sangre de Jesús. Antes nosotros estábamos lejos de Dios, éramos enemigos de Dios. Dios había escogido a un pueblo para Él, al cual nosotros no pertenecíamos. Él llamó a Abraham y a su descendencia como sus amigos. Pero Dios nos reconcilió consigo mismo en Jesús. En la cruz Dios mató nuestra enemistad con Él y ahora puedes decir ¡soy amigo de Dios! (v. 11 -18)
- Eres miembro de la familia de Dios. Dios ha decidido edificar una casa para Él y el fundamento de esta casa es Jesús. Él es el fundamento de nuestra fe y de nuestra unidad como familia. ¿Sabes que tienes millones de hermanos en todo el mundo? Y lo que nos une es Cristo. Estamos unidos a Jesús y Dios habita en nosotros por medio de su Espíritu Santo. Tanto en ti, como en tu hermano habita el Espíritu de Dios. Considera esto al tratar con tu hermano. Somos una familia y unidos formamos la casa donde Dios quiere habitar. (v. 19 – 21)